lunes, 9 de noviembre de 2009

the signs of letting go...

A la Marcela y a mí, un día terriblemente gris, se nos presentó la oportunidad de pedir cualquier deseo, como en un cuento de hadas... sin dudarla, dije: "Tráenoslo de vuelta!!" el hada nos contestó que así sería... así que nos pusimos a organizar una fiesta a donde él asistiría por lo que celosamente escogimos a los invitados, ya que sabíamos que sería obviamente y como siempre, el centro de atención, y no estabamos dispuestas a lo acaparara cualquier persona.

Llegó más alto de lo que lo recordábamos, tan vivaz y sonriente como siempre, como si estuviera listo para entretener a los asistentes... nosotros no cabíamos de la felicidad por tenerlo de vuelta ahí... la fiesta estuvo excelente, se empezaron a ir los invitados y de repente nos dice "Bueno, ya me tengo que ir, me la pasé muy bien pero tengo que irme..." nosotras, como era de esperarse en nuestro egoísmo le dijimos que no, que no lo íbamos a dejar irse, que el se tenía que quedar con nosotros, que había sido un error su partida...

El se empezó a desesperar y angustiado nos decía que lo dejáramos ir, que ese ya no era lugar para el, nosotros sin entender de lo que estaba hablando, lo sujetábamos del brazo sin la mínima intención de hacerle caso. De pronto, nos encontrábamos en dos plataformas cristalinas que flotaban sobre lo que parecía ser una hermosa y verde selva llena de colores exóticos. Lo abrazamos y lo paramos junto a nosotras en la plataforma donde estabamos para que viera lo genial que era la vida aquí y él, con una mirada con tono de reproche nos señaló el fondo de la plataforma flotante para que viéramos que aquella hermosa selva ahora no era nada más que un llano monte desolado y sin color...

Nos quedamos muy extrañadas al ver el cambio tan súbito en nuestra plataforma en cuanto lo forzamos a estar sobre ella, después de esto, el con su sonrisa habitual de lado a lado nos invitó a pararnos sobre su plataforma. Mayor fue nuestra sorpresa al ver que todo era más precioso que lo que nosotros veíamos a través de la de nosotros. Y con la cara dulce y sobornante de un niño al pedirle algo a un adulto, supimos que debíamos dejarlo ir...

Fue así como nuestro invitado de honor desapareció felizmente ante nuestros llorosos ojos...

domingo, 8 de marzo de 2009

Por Gratitud...

Después de una ardua persecución, dieron con una de mis primas, la mataron a sangre fría y se dispusieron a venir por nosotros. Mi familia entera estaba viendo la tele en el cuarto de mis papás, mientras yo estaba en la banqueta frente a mi casa platicando con una amiga mía, quien era en realidad a quien estaban buscando. Llega un pick-up y se estaciona justo en mi casa, se bajan con metralletas y grandes rollos de cinta canela, me voltean a ver sin hacer escándalo y proceden a “tapear” todas las ventanas de mi casa, al menos las de la fachada principal con ésta cinta, pienso yo en mis adentros que eran unos tipos bastante considerados, ya que después de la balacera, al menos no tendríamos que limpiar tanto vidrio. Las metralletas suenan por toda la colonia, después de varios minutos de pólvora, entro a ver como está mi familia, todos vivos… Salgo y veo a éstas personas subiéndose al pick-up, y decido acercarme a ellos, le digo con voz respetuosa “Gracias por perdonarnos la vida a mi familia y a mí”, el copiloto, con actitud indiferente, me voltea a ver, saca una pistola y me da un tiro de gracia…

El más corto e impotente...

Ahí estaba yo, la X, en medio de una integral, luchando por poderme derivar sin
éxito alguno...

En una Sesión de Cabildo....

Estábamos mi coworker y yo en una sesión de Cabildo, esperando oír el discurso de nuestro jefe, arquitecto de profesión, pero con algún puesto político en turno; de pronto, se sienta a mi lado ni más ni menos que Elba Esther Gordillo, quien me amenaza con delatar a nivel nacional a mi jefe sobre un fraude supuestamente cometido. Le suplico a Elba Esther con confianza plena que no lo haga, pero riéndose sube los escalones al pódium dispuesta a gritar a los cuatro vientos el nombre de mi jefe y el delito en cuestión. Mi coworker y yo, comiéndonos las uñas de los nervios, nos resignamos a vivir una vergüenza pública frente a todo el país; mi jefe, viéndonos con los ojos saltados al oír el delito en el micrófono, se sorprende al ver que Elba Esther se equivoca de nombre, queriéndose retractar, sin recibir nada más que carcajadas de los espectadores, y yo no hago más que reírme de ella feliz de su derrota…